viernes, 3 de abril de 2009

Sobre el futuro de nuestro FORO

¡¡ Hola todas y hola Alibert !!! ¿Cómo está transcurriendo este año para Ustedes? Espero que la respuesta sea positiva y feliz.

Les estoy enviando dos PDF, uno con los comentarios realizados a los capítulo del libro de Pinkola Estés y el otro, con los del libro de Schüssler Fiorenza. Me goce al hacer esta compilación. Tenemos reflexiones de todo tipo, valiosas y animadoras.

Por otro lado quiero comentarles lo siguiente. Nos hemos quedado por el camino la mayoría de personas. Terminamos unas "poquiticas"... Esto hace que tengamos que repensar el futuro de este FORO. De cara a la meta propuesta, nos quedaría gran parte del libro MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS.

Les comento lo que yo pienso. El proceso fue muy rico a pesar de las dificultades que tuvieron muchas personas para llevar el ritmo de lectura y participar con sus comentarios. Y percibo que esta situación no tiene reversa y que el proceso dio de sí lo que tenía que dar.

Independientemente de la decisión que tomemos, estoy hondamente agradecida por el aprendizaje que me brindo este FORO y el encuentro con cada una de Ustedes. Muy especialmente quiero hacer un reconocimiento muy especial a Teresa del Pilar Rios y Mª José Rosillo por su generosa implicación y participación. ¡Muchas gracias!!! Quedan en mí sus reflexiones y el deseo de conocerlas personalmente... ¿se dará? Mmmm si Dios/a quiere. También agradezco la valiosa participación Beatriz Herrera y Lourdes y el esfuerzo por permanecer.

Creo que les debe estar sonando esto a despedida... sea lo que sea, espero seguir leyéndolas en los otros espacios que tiene la compañía para despertarnos en estos temas y otros.

Les envío un fuerte abrazo y el deseo de que EL/ELLA derrame su amor y ternura en sus corazones. Nancy Olaya

jueves, 2 de abril de 2009

PERO AL PRINCIPIO NO FUE ASÍ (Mt 19,8)


De nuevo aquí, tratando de llegar hasta el final en esta tarea que nos propusimos; estoy muy satisfecha de haber leído la totalidad del trabajo de la autora. La tercera y última parte me ayudó a comprender como el movimiento cristiano primitivo pasó de ser una propuesta alternativa (frente al modelo patriarcal), a un sistema que calca el modelo de relaciones de la casa greco-romana y su consecuente subordinación y sumisión de los grupos más débiles.

Aunque asumimos con dolor el éxito histórico de esta corriente patriarcalizante sobre la praxis de relaciones igualitarias, democráticas y altruistas, podemos afirmar que éste triunfo no puede justificarse teológicamente y menos aún, invocar la autoridad de Jesús. Con razón y con gran esperanza podemos decir hoy “Al principio no fue así”, este SUEÑO fue perseguido y practicado por los discípulos y discípulas de Jesús, pero coexistió con la tentación de situarse “por encima” y/o “por fuera” de la igualdad general y con el interés más o menos sutil y violento de acallar, olvidar y anular el don de la “COMUNIDAD DE IGUALES”, en la que la elección de Dios no depende del origen religioso, social, sexual o racial, y que por lo tanto, concede a todos/as, hombres y mujeres, esclavos y paganos, autoridad apostólica y ministerial.

Con un material tan interesante y motivador, es difícil decidir cuál es la línea que se desea comentar. Seguiré glosando a la autora desde el enfoque que definí en el título de mi escrito: “En el principio… (Gn 1,1; Jn 1, 1)”.

“En el principio…” las mujeres con bienes construían sinagogas, liberaban esclavos propios y ajenos, y desempeñaban funciones dirigentes en la sinagoga. Es más, la dirección ministerial de la comunidad no se restringía a estas matronas ricas y libres, sino que cualquier mujer, inclusive las “esclavas” eran también “ministras”.
“En el principio…” la profecía era una característica de cada discípula y discípulo de Jesús. La conversión y el bautismo introducían en una comunidad que era morada del Espíritu Santo. Cada persona era una mensajera/o de Sofía (Hech 2, 17-18). Los dones proféticos, las visiones, milagros… eran recibidos por mujeres y hombres. La profecía cristiana incluía el éxtasis y el hablar en lenguas, como prueban Pablo, Hechos, Apocalipsis y Hermas (1 Tesa 5, 19ss; 1 Co 14; Ef 2,20; 1 Tm 14; 4,1).

“En el principio…” las/os profetas tuvieron las mismas funciones y derechos que los sacerdotes judíos. Toda la “comunidad de iguales” era profética y por lo tanto, cualquier persona en su seno y bajo la inspiración del Espíritu Santo, podía presidir la asamblea. Esa es la razón por la cual en el NT nunca se da nombre al que preside o dirige la Eucaristía. Esta práctica duró todo el siglo I y parte del II (Apocalipsis, la Didaché 11, 7.18).

“En el principio…” las mujeres se encuentraron entre los dirigentes proféticos de las comunidades paulinas. En Lucas: María, Isabel y Ana son profetisas (magníficat). Hechos 21,9 menciona a las cuatro hijas de Felipe como profetizas. Juan, el autor del Apocalipsis, tiene conocimiento de una mujer que era profetisa, doctora y dirigente de una escuela profética o iglesia doméstica en Tiatira; sus seguidores son presentados como sus discípulos con el nombre técnico de “hijos” (así se utiliza en 2 Jn). La influencia de esta mujer profetisa parece haber sido lo bastante fuerte como para contrarrestar la de Juan, que no se atribuye el título de profeta. Hubo otra llamada Ammia, cuyo nombre era todavía muy respetado a finales del siglo II. Y una sucesión significativa de sacerdotisas…

“En el principio…” Eusebio por ejemplo, reconoce a algunos profetas y profetisas: Agabus, Judas, Silas, las hijas de Felipe, Ammia de Filadelfia, Cuatrato y otros. A mediados siglo II Justino afirma que los hombres y las mujeres cristianos tienen los carismas del Espíritu de Dios. Ireneo sostiene que Pablo reconocía carácter de profeta tanto a hombres como a mujeres en el seno de la comunidad.

“En el principio…” el autor de Hechos de los Apóstoles menciona mujeres profetisas como Theonoe, Stratonike, Eubulla, Artemilla y Nynfha. En Corinto una profetisa de nombre Myrta alienta a Pablo y a la comunidad a no desfallecer cuando éste tiene que dirigirse a Roma. Maximila y Priscila (o Prisca) fueron las principales profetisas del montanismo de ortodoxia doctrinal, pero fueron finalmente expulsados de la iglesia mono episcopal (mediados del siglo II) por el hecho de admitir a mujeres en los oficios eclesiales.

Puedo continuar, pero terminaré diciendo “Y en el principio…” las relaciones igualitarias fueron un hecho dentro de la comunidad de discípulas y discípulos de Jesús. Marcos y Juan lo dejan registrado en sus escritos. Otras fuentes del NT y fuentes foráneas a él, conservaron importantes rastros de estas prácticas. Más ejemplos: En cartas de Ignacio de Antioquia (comienzos del siglo II), saluda a mujeres concediéndoles gran importancia. Así mismo la Segunda Carta de Juan se dirige a una mujer, cabeza de una iglesia doméstica…

¿Qué nos paso? El cambio se cristalizó en el siglo II. Se pasó de una “autoridad alternante y circular”, accesible a todos los bautizados, a una autoridad patriarcal restringida a los cabeza (varones) de la casa. Se pasó de “las iglesias domésticas” a la iglesia “casa de Dios” en la que los responsables locales, absorbieron no solo la autoridad de enseñar como profetas y apóstoles, sino también el poder decisorio de la comunidad.

El tiempo de los apóstoles pasó. Sólo Pablo, es llamado apóstol y en su nombre se escriben las epístolas denominadas “pastorales” (1 Timoteo; 2 Timoteo y Tito). Su objetivo fue corregir y difundir las “verdaderas enseñanzas de la tradición”, según ellos, claro. Y la iglesia comienza a estratificarse según la edad natural, el sexo, el origen religioso y racial, etc. Ahora la comunidad es entendida como la casa patriarcal, la casa de Dios (1 Tm 3, 15; 2 Tm 2, 20). Su administrador es el obispo/vigilante; un buen paterfamilias (1 tm 3, 2ss y Tt 1, 7ss)… Los miembros subordinados de la casa deben someterse a la cabeza, así como las esposas (Tt 2,5), los niños (1 Tm 3,4) y los esclavos (Tt 2,9)… la mujer/esposa debe escuchar en total silencio y sumisión (1 Tm 2, 10-15)… etc. El valor supremo es la obediencia y la sumisión a los que tienen autoridad (Tt 2,10)…

Los cristianos deben observar el orden patriarcal de la casa y rogar por los reyes y por todos los constituidos en autoridad (1 Tm 2,1ss). Al negar la posibilidad de la enseñanza y la autoridad sobre los hombres, se les niega a las mujeres ser elegidas como obispo/vigilante. Su enseñanza se limita a la instrucción de otras mujeres (1 Tm 2,11; Tt 2,35). Es inevitable que conecte con la experiencia de una profetisa: “Acertó a venirme a ver un fraile francisco, llamado fray Alonso Maldonado, harto siervo de Dios y con los mismos deseos del bien de las almas que yo, y podíalos poner por obra, que le tuve gran envidia…” (Fundaciones 1, 7). “¿No basta señor, que nos tienen en el mundo acorraladas… que no hagamos cosa que valga nada por Vos en público, ni osemos hablar algunas verdades que lloramos en secreto, sino que no nos habíais de oír petición tan justa?” (Camino Escorial 3,7). Pareciera que el tiempo se hubiera detenido.

Nancy Olaya
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