domingo, 1 de marzo de 2009

El compañero: "La unión con el otro"

Capitulo 4º. El compañero: la unión con el otro.

Me ha resultado muy familiar este cuarto capítulo de C. Pinkola, sobre la extremada intuición de nuestro “hermanos los perros”, como diría el santo negro, Martín de Porres (Fray Escoba.), y puedo comprobarlo muy de cerca al llevar conviviendo con estos seres, desde hace diez años. Son mera constancia en la búsqueda de sus intereses (hueso, golosina o topillo), pueden distraerse cuando les llamamos a jugar, pero en seguida, vuelven a su interés inicial, hasta conseguirlo.
Desde nuestra moderna intelectualidad alejada de lo intuitivo y primitivo, se nos olvida fijarnos más en esa naturaleza cercana que tenemos a nuestro alrededor. Esa maestra permanente de sabiduría de la que tanto hemos de aprender.
Hombres y Mujeres deberíamos esforzarnos en este trabajo de introspección y búsqueda de nuestra intuición dormida; no sólo necesaria para nuestra mera supervivencia, sino imprescindible para el pleno desarrollo de nuestra identidad, que de lo contrario queda incompleta.
Sigo con el ejemplo cotidiano que me viene muy bien para este capítulo. Una de mis perritas, la mayor de todas, de once años, y de nombre Luna (por eso de la importancia que damos al nombre de las personas, animales y cosas), esta comenzando a perder la visión. Siempre ha sido una perrita juguetona y divertida. Podemos administrarle medicación que palie los síntomas, sin embargo, el deterioro, será irreversible como sucede con los seres humanos. En cualquier caso, y a diferencia de lo que le sucedería a una persona, lejos de acoplarse en un rincón o en su casita, no deja de agudizar el resto de sus sentidos, en este caso, su extremado oído, para seguirnos y venir a nuestro encuentro, o buscar su recipiente de agua, dejándose guiar por nuestros pasos o nuestra voz. Y si el primer día que se despertó sin visión, se daba tropezones con paredes y escalones, ahora, tres días después, se maneja casi a la perfección por todo el entorno. Un lugar que conoce desde hace muchos años, que su casa, y con movimiento lentos pero seguros, como el anciano que aprende de su experiencia y sabiduría adquiridas, y su tesón, está haciendo su vida, (o lo que quede de ella), con toda la normalidad que es capaz. A nosotros, los humanos, esta adaptación nos costaría meses (si es que alguna vez, nos planteamos adaptarnos…) .A mi, personalmente, esta perrita, me está dando una lección de vida.
Volviendo al capítulo que nos ocupa, muchas mujeres, demandan a su lado, este tipo de compañeros de vida, constantes, con tesón y valentía para ser capaces de conocerlas en todas sus dimensiones, (su parte salvaje también) y me pregunto, si este tipo de libros, forman parte de las lecturas habituales de alguna tertulia de varones que lean y reflexionen en torno a estos temas. No vaya a ser que sólo las mujeres lo leamos, y esto es un aprendizaje a medias. Lo lanzo, como propuesta formativa para hombres, para que quién quiera tomar el relevo.
Me quedo con dos reflexiones fundamentales de este capítulo:
La primera de ellas: Las mujeres deberíamos plantearnos sin miedo, enseñar nuestra doble naturaleza. Esa que mostramos, y esa que guardamos para tiempos flacos, pero que es igual de valiosa que la anterior. Si de verdad queremos ser comprendidas y amadas, no podemos quedarnos con nada guardado en la manga. Mostrar a aquellos que deseamos convertir en nuestros compañeros, nuestro verdadero nombre, aquel que contiene nuestra verdadera identidad, y susurrárselo al oído, para que puedan nombrarnos.
La segunda de ellas: El hombre debería acercarse a nosotros, desde la humilde necesidad de aprender y conocer nuestra verdadera identidad y nuestro nombre, sin aspirar a conocer para dominar, sino para amar en totalidad.

María José.
.

1 comentario:

Nancy Olaya Monsalve dijo...

Hola María José!!! Me enterneció tu forma de contarnos lo que está viviendo "luna", tu perrita. Indudablemente, ella está en contacto con su fuente de energía, aquella que la hace aprende y ajustarse a los cambios de su cuerpo.

Por otro lado, estoy totalmente de acuerdo contigo. Debemos conocer nuestra doble naturaleza, amarla y desarrollarla... sólo así el "otro" o los "otros" aprenderán a conocerla y amarla también.