No sé ni por qué escribo exactamente, pero creo que no importa mucho, quizá el reencuentro con este libro[i] y la necesidad de contar historias nuestras.
No me es difícil reconocer en mi esas luchas constantes entre esa persona que soy, cuando consciente de la identidad que se me regala en cada encuentro, decido incorporar o rechazar lo que recibo, decido entonces ser precisamente “esta mujer”; y aquella otra, en la que me convierto cuando no soy consciente de esos encuentros y me dejo formar por ellos casi sin darme cuenta. Una la que se va haciendo con la corriente y la otra que escucha el canto de la vida que siempre desordena esquemas. Una que se aferra a historias propias, pero muertas; la otra que se atreve a contarlas nuevas.
Pinkola se llama a sí misma “cantadora” (contadora de historias, de cuentos que despiertan y evocan a la mujer salvaje), yo apenas cuento la mía y contarla con el arte del perdón y resurrección va siendo camino de libertad. Claro que el texto me evoca a Ezequiel con aquel montón de huesos, músculos y pedazos que sólo con el Espíritu pueden renacer, me gusta más el relato de la loba, tal vez por el canto, y lo femenino, me recuerda la confusión de la resurrección, la terquedad de la vida, me recuerda tantas historias rotas, de muerte, de esas que no queremos contar pero que es necesario, para que un día entendamos que ya todo ha pasado, que podemos contarlas de otra forma, que esos huesos saben escuchar el canto de su vida. Aunque parece imposible después de tanto desgarre, se cubren de carne, entonces vuelven a sentir, a dar un sollozo que atrapa la vida de nuevo, arrebata al olvido la propia historia de amor que todas tenemos mezclada con el dolor de estos tiempos.
¿Cuándo pasa esto? ¿Cómo podemos recuperar la vida y dejar la parálisis después de estar ya en el sepulcro? ¡Cantándonos unas a otras! Esa ha sido mi experiencia con las mujeres con las que he compartido la vida estos dos últimos años en
Cantarnos nuestra canción, contar nuestra historia, por fin desde el descanso de no tener que cobrar a nadie, desde el lugar del perdón, desde el lugar que nos permite respirar de nuevo.
Ser teresiana, es para mi, contar como Teresa la propia historia, mirar a otras mujeres con ojos que regalen identidades nuevas y positivas, para que cada una encuentre su propia manera de contar su historia, supone paciencia, horas de encuentro, abrazar el dolor que da la invisibilidad de la violencia, supone valentía de reconocer los huesos secos, nuestras preguntas no resueltas, nuestra cobardía, los huesos que se han perdido y que a veces solo los puede recuperar otra persona. Supone creer en la ternura de nuestra piel y en la bravura de nuestro ser que no puede conformarse con ser a medias.
Termino compartiendo un poco de estas luchas como mejor siento hacerlo… deseo que alguna de esas palabras sea la primera nota para que alguien cante su propia canción después de la parálisis o de la muerte, o de letargo de los días ordenados y la tendencia de acomodarnos sin querer a los condicionamientos de aceptación que nos restan vida.
QUE GANAS
(días de enojo, de cansancio)
de dejar de jugar a tener sitio
y al tenerlo mejorar un poco si es posible.
Jugar fingiendo que no juego
disfrazándolo de reino
de liberación del pueblo.
Jugar escondiendo mis deseos,
mis ocultos intereses
mi aguijón de poder
mis aguas sucias malolientes.
Juego maldito que juzgas y censuras
lo que pequeño surge del silencio,
lo que suave sopla,
lo que débil ama,
siempre juzgas,
por eso matas la semilla,
matas lo que queda de esperanza.
Juego que no acabas
si no has de terminar
al menos vamos a jugar
cartas abiertas
o déjame escapar
con el dulce sabor de esta derrota,
déjame escapar
a vivir con pantalones y camisa roja,
sentarme a platicar,
llegar tarde a dormir la siesta,
déjame escapar quedar la última,
no cantar tan bien,
no saberlo hacer,
irme a dormir,
déjame gozar sin más la vida,
una verdadera vida,
quiero hasta el final saber decir
dónde está mi hermano…
ni Caín ni Abel,
no quiero asesina matar sueños
con un poderoso resentimiento.
SI ES TU ESÍRITU
sudo sudores sin gota de deseo,
trago sin sabor el aire seco,
¡pienso que vivo!
Hago con mis sueños un canto
lleno de anhelos y pasiones,
que se queda viejo
preso de deberes y tensiones.
Hasta los versos se alinean,
los gritos se entonan,
pero mi cuerpo explota en rebeldía
pierdo el poder, la armonía.
Sabia sabiduría que me habitas,
viento sin fronteras que me rompes,
y no dejas que mi cuerpo se acomode
ni a mis lágrimas quedarse en el recuerdo.
Débil fortaleza me haces frágil,
frágil pero libre de este peso,
frágil cuando es más posible
que me deje amar,
que lo de todo por un beso.
Prefiero ser tallo verde
que al romperse da su savia,
que tronco que en su fuerza
se derrumba por el peso de su espalda.
Prefiero enferma saborear el miedo,
deshacer mi vida y mis proyectos,
si eres Tú,
si es tu aliento
que lo hace todo nuevo.
Prefiero ser amante amada,
saborear la madrugada,
sin días tranquilos,
sin madurez centrada,
prefiero servir, vivir,
¡creer en mis labios y mis brazos
que con lágrimas cabalgan!
HASTA AQUÍ
desde todos los caminos
enfermos, curados…
rota, desgarrada y amada.
Hasta aquí,
indiscreta, desordenada,
de manos amantes
y esos besos.
Lo perdido
estaba constantemente
renaciendo,
inventando,
imposibles senderos.
Amarrada al terrible cuento,
sin nombrar, sin mirar, sin tocar,
matando y muriendo…
Pero, hasta aquí
vuelvo, camino, abro,
impresionada suelto,
ya respiro más lento,
sin culpa por el aire,
por el deseo revuelto.
Hasta aquí
te siento,
te digo, ya con otro nombre,
te amo, ya,
camino lento,
sonrío,
me veo tocar
rozar la vida,
hablar de fuego,
ganar y perder,
por decir,
por la danza,
por tu promesa de amar
así, como me hiciste,
como tejiste extrañamente,
cuerdas, hilos,
como tensaste,
como amarraste,
como uniste y trozaste…
como ideaste la trama…
Así con mil matices,
sin atención a mis definiciones,
las del miedo y del descanso,
las de los muertos.
Hasta aquí
tu arte simple
crea de nuevo.
[i] Del libro de Pinkola Estés leeremos la "INTRODUCCIÓN" y el capítulo 1, "EL AULLIDO-
1 comentario:
Querida Mónica... me quedé un rato en silencio después de leer tu escrito. Aún quiero saborear este lapso, estado o ámbito que tus palabras hicieron emerger en mi.
¡Gracias por cantarnos algo de tu preciosa canción, de tu experiencia!!!
Permíte-me hacer eco a algunas de tus palabras. Quiero glosar y señalar frases tuyas:
"Tengo ganas de parar ese juego que me obliga a esconder mis deseos, intereses y ansia de poder..."
"Tengo ganas de parar ese maldito juego que me insta a juzgar y censurar lo que pequeño surge en el silencio, lo que suave sopla, lo que débil ama..."
Entre otras frases, conecté con estas, ¿gracias!!!
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