sábado, 25 de octubre de 2008

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS

La persecución del intruso - El comienzo de la iniciación (Teresa del Pilar).

Capítulo 2

Me parece importante iniciar este compartir recordando lo que nos dice la autora en el capítulo anterior: “para fomentar nuestra relación de parentesco con la naturaleza instintiva, es muy útil comprender los cuentos como si estuviéramos dentro de ellos y no como si ellos estuvieran fuera de nosotros.” (Pág. 21).

Ciertamente, es difícil penetrar en la mística del cuento de Barba Azul sin sentirse íntimamente aludida, es inevitable sentir que sus imágenes (casi intimidatorias) están llenas de vigor en la interioridad personal. Sin duda alguna que este cuento, al igual que muchos otros, con toda la variedad y densidad de simbolismos que presenta, nos está hablando de las profundidades colectivas, de los niveles de la psique que compartimos los seres humanos, esto es, de nuestra “naturaleza instintiva”.

Por instinto se entiende comúnmente impulso, provocación, fuerza que apunta a una finalidad vital y que, al menos en parte, responde a una necesidad interna o no aprendida. Una antropología dualista defiende que el ser humano, además de instintos tiene razón, con lo cual la moral, sobre todo católica, se plantea como una especie de conflicto dicotómico entre lo animal (instintos) y lo “verdaderamente” humano (la razón, si es posible “pura”) en la estructura de la personal. Y es a partir de esta perspectiva como se sostienen los dañinos moralismos que provocan tanta confusión en las personas, fruto de una teología que, en lugar de enfatizar la mística, pone todo el acento en una moral culpabilizadora.

En cambio, el planteamiento de Pinkola es más bien una invitación a re-conocer y acoger esa variedad de seres que nos habitan. “En un sólo ser humano hay muchos otros seres, todos con sus propios valores, motivos y estratagemas. Ciertas tecnologías psicológicas aconsejan detener a estos seres, contarlos, darles un nombre y ponerles unos arneses hasta obligarlos a avanzar con paso cansino como esclavos vencidos.” (Pág. 33).

Significa esto que el desafío es, ante todo, no anatematizar de entrada a estos seres que nos habitan, y menos intentar moralizarlos, negarlos, reprimirlos o ignorarlos, sino poder tomar conciencia sobre su identidad, conocer sus estrategias, aprovecharnos de su energía, tratar de integrarla en la unidad que constituye todo ser humano. “Todas las criaturas tienen que aprender que existen depredadores. Sin este conocimiento, una mujer no podrá atravesar su propio bosque sin ser devorada. Comprender al depredador significa convertirse en un animal maduro que no es vulnerable por ingenuidad, inexperiencia o imprudencia.” (Pág. 39).

Aprender a descubrir al depredador que llevamos dentro significa no eliminar nuestros “instintos”, sino otorgarles herramientas, que los ayude a arrebatarle esa energía mortífera, “entre ellas cabe citar la perspicacia, la intuición, la resistencia, la capacidad de amar con tenacidad, la aguda percepción, la previsión, la agudeza auditiva, la capacidad de cantar por los muertos, de sanar intuitivamente y de cuidar de sus propias hogueras creativas.” (Pág. 37). La clave, por tanto, no es eliminar, sino más bien canalizar, encauzar, vigilar, tenerlo cerca, domesticar al depredador… La realidad es bifronte, no es blanca ni negra, como hartas veces nos gustaría, es más bien gris o matizada. Requiere constante discernimiento situado, lo cual no es lo mismo que relativismo.

Asumir nuestras “sombras”, requiere, ante todo, “la llave que permite desvelar el secreto que todas las mujeres conocen y, sin embargo, no conocen. La llave representa el permiso para conocer los más profundos y oscuros secretos de la psique, en este caso, eso que degrada y destruye estúpidamente el potencial de una Mujer.” (Pág. 43). Subrayo, darnos el permiso, creo que esto es vital. Una educación superficial, pragmática, represora, punitiva, moralizante… no permite la autoliberación interior, la toma de conciencia, el espacio para que emerja la pregunta. “Las preguntas son las llaves que permiten abrir las puertas secretas de la psique.” (Pág. 44).

Formular la pregunta implica, de algún modo, que la respuesta ya está en la persona, de lo
contrario habría sido difícil la formulación. Dice Heidegger, el gran pensador alemán, que la pregunta es la “devoción del pensar”. Y yo diría que la pregunta es el ascenso al primer escalón que nos introduce al misterio, al enigma, el atisbo de ese “más” que vislumbramos en las cosas que percibimos. Formular convenientemente la pregunta es introducirse en la mística de la vida que nos posee, que nos arrastra con su poder. Es ir penetrando hacia el centro de ese Castillo interior, del que nos habla Santa Teresa. El castillo significa el centro de la vida, es símbolo circular del sí-mismo, la meta del desarrollo psicológico.

Teresa muestra su experiencia de Dios desde un castillo que brilla como un globo de cristal. En este castillo de cristal entra un “alma”, que inicia un recorrido maravilloso, y a veces angustioso. Para llegar al centro del castillo el alma tiene que deambular por numerosas habitaciones del castillo. Estas están dispuestas en siete anillos o círculos concéntricos alrededor del centro. Las imágenes son fluidas. Las moradas contienen aposentos, pero también jardines, fuentes y laberintos. Cada morada es un mundo en sí misma y al caminante le esperan experiencias únicas. El centro ejerce una atracción magnética que tira del alma a través de las moradas.

A través de esta alegoría ella nos invita y anima a abandonarnos, por medio de nuestro proceso, hacia el Dios que habita en dicho centro. Él es, pues, una garantía de que nuestro camino hacia el núcleo del castillo aporta plenitud de vida en la unión con Dios. Las imágenes en Teresa son la prueba de haber formulado su propia experiencia hacia el centro del Castillo. Las dificultades y obstáculos, las culebras, que se encuentran en el proceso hacia el camino interior son afrontados con maestría. Las culebras en el castillo representan todo lo que se arrastra, seres con intereses variados, intereses que apartan de Dios, son la oscuridad en la vida. Si se hacen conscientes ayudan, si no son conscientes se hacen perjudiciales para la persona.

A mi juicio, la simbología tanto de Teresa de Jesús como de Pinkola son una provocación a recuperar la capacidad que tenía la Iglesia de tender puentes entre el inconsciente y la conciencia a través de los símbolos de la religión que la mentalidad racional y técnica han ido socavando. Pienso que la espiritualidad teresiana nos otorga los recursos necesarios para ayudar a que la Iglesia cristiana pueda re-encontrar el misterio pascual en la vida de cada persona, donde uno puede contactarse con los lugares sagrados para el encuentro con Dios.

Incluso la palabra de Dios leída desde estas perspectivas proporciona nuevas luces para el encuentro, para la re-conciliación con esos “seres” que nos habitan. El estudio bíblico desde una óptica feminista es profundamente liberador, no sólo para las mujeres, sino sobre todo para los varones. Porque como afirma Joan Chittister: “Cuando las mujeres sean libres, los hombres también lo serán”. (Chittister Joan, OSB, El fuego en estas cenizas, Sal Terrae, Bilbao, 1996)

2 comentarios:

Nancy Olaya Monsalve dijo...

Teresa del Pilar, me encanta la forma como nos compartes tu imagen de una espritualidad integradora, positiva, que permite la complejidad y lo plural. Una espiritualidad que tiende puentes entre lo consciente e inconsciente, lo racional y lo mitico, y por lo tanto unificadora.

El comentario que haces sobre EL CASTILLO INTERIOR me parece muy hermoso, gracias.

Panambi dijo...

Nancy,gracias por la resonancia.

Yo soy una convencida de que
tenemos que apuntar a la integración, Dios nos quiere así. Seres unificados y armonizados. Somos nosotros, los humanos, los
que realizamos los compartimentos estancos que nos causan daño. El famoso "especialismo" del que ya hablaba Ortega y Gasset.

Es un proceso personal lento, muchas veces doloroso y oscuro,el que se va haciendo. La realidad de las cosas se va revelando gradualmente. Dios cuenta con nuestro carácter histórico. Y esto es sumamente liberador.