lunes, 21 de julio de 2008

Teresianas y teresianos salvajes!!!

Regalarme tiempos previos al verano para hacer las lecturas del foro de manera intercalada con un intenso cierre del curso escolar (se que todos los lectores entenderán muy bien a lo que me refiero) me brindó la oportunidad de encontrar fuertes comparativos entre lo leído y nuestro desempeño como educadoras y educadores teresianos. Y comencé a dar este enfoque desde el comparativo que en “Mujeres que corren con los lobos” se hace de la mujer moderna con un torbellino de actividad. Cuántas veces no hemos experimentado en un fin de curso el desgaste mental, emocional y físico que esto implica. No se si a muchos les haya sucedido, pero yo usualmente recibo las vacaciones con una gripe fenomenal y dolores musculares que no son otra cosa más que tensión y activismo. Además en los últimos días siempre nos queremos comer el mundo, surgen las consecuencias de haber dejado de atender todo lo importante en el año por haber priorizado y atendido primero lo urgente; no quieres que la gente se vaya pues todavía hay pendientes y ya los demás lo que quieren es escuchar como palabras mágicas ¿qué fecha nos vemos de regreso de vacaciones? Cuando crees que el equipo ya está integrado siempre se presentan las sorpresas de última hora con renuncias inesperadas o movimientos necesarios. Además ya tienes que estar armando el inicio de curso pues “ésta es la vida de una escuela”, desde el cierre se planea el futuro. Por si fuera poco, también quieres participar en todos los cursos que en verano surgen pues son muy atractivos e interesantes. Los pendientes que todos tienen contigo se les vuelven de pronto urgentes pues si los resuelven pronto ya se podrán ir sintiendo que terminaron el año y se irán de verano y también está la fila de alumnado con algunas dificultades que necesitan ser atendidas antes del cierre. Aunque no lo quieras, cada una de las últimas mañanas del curso, es más difícil disimular las ojeras, la expresión se empieza a poner tensa, el torbellino que se forma en la mente y en toda la persona es intenso y no se detiene, empieza a arrastrar discretamente la capacidad de tolerar, pensar creativamente, analizar desde un instinto suspicaz y pensar con lucidez. El desgaste intelectual se empieza a notar en el cansancio físico, apatía y hasta de pronto en desgane. Es entonces cuando hay que hacer un alto porque transmitir todo esto negativo “no es justo”. Los demás confían y se fían de uno y por lo tanto tenemos que encontrar la manera de mantener siempre viva la ilusión, el ánimo y la inspiración. Tenemos todos los medios desde el teresianismo para conocer y reconocer todo el potencial que como hombres y mujeres salvajes podemos llegar a ser.
Si regreso al torbellino, puedo imaginar que el centro que lo forma es aquello que tenemos la necesidad y la obligación de mantener. Es lo único que nos dará la fuerza y resistencia alegre y renovada todos los días. Es solamente desde el espíritu desde donde podemos realmente curar nuestras heridas o cansancios que podemos estar acumulando. Y me pregunto, ¿por qué si usualmente tengo el hábito de acudir a un médico si algo me duele no le doy la misma importancia a curar y cuidar mi interior? ¿Cuándo atendemos el espíritu? ¿Qué tiempo le dedicamos? ¿Con qué medios cuento para ello?
En los años que llevo en el Colegio, he tenido la suerte de poder encontrar en algunas personas que ahora defino como “muy sanas” y que han sido claves en mi vida. Sanas porque desde que llegan sin tener la intención dominan el ambiente, se les reconoce y se les admira, inspiran el deseo de estar cerca de ellas, se dejan querer muy fácilmente. Se volvieron modelos que me atraían y con los que me sentía muy conectada. Son de admiración las relaciones con significado fuerte que logran establecer y lo saludables y creativas como se desempeñan. ¿De dónde adquieren tanta energía? Son como niños en cuerpo de adultos. ¿Es que nunca se cansan?
Creo que el secreto es que estas personas o modelos han encontrado la manera de atender su centro, alimentarlo, curarlo y cuidarlo todos los días. Van caminando por la vida sabiendo distinguir entre lo que deben mantener vivo y lo que deben hacer morir en su interior. Van soltando sus ataduras y dolores. Se dan tiempo para escuchar y escucharse a si mismas. Esto es lo que hace a estas personas “salvajes” y es así como hay que aspirar ser en todo cierre de año y en cualquier año escolar que nos toque iniciar.
Gracias por esta oportunidad de renovación interior y de extendernos la invitación a buscar en nuestro interior a nuestro al ser salvaje que nos llevará a ser, mantenernos y hacer felices a los demás.
Nos deseo de todo corazón un verano de encuentro con nuestro yo salvaje que nos inspire y anime en nuestro andar y nos permita establecer relaciones de gran significado en cualquier ambiente.
Con ese espíritu salvaje se antoja y fluye espontáneamente mantenernos siempre haciendo: Todo por Jesús. ¡Mucha suerte!

1 comentario:

Nancy Olaya Monsalve dijo...

Hola Ileana, ¡Vaya, conecté con la intensidad de tu cierre de curso!!! Oye, gracias por tu compartir. Me resuena de tus palabras esa necesidad que tenemos de atender nuestro centro, alimentarlo, curarlo y cuidarlo... verdaderamente esa tarea de mujer es lo esencial en nuestras vidas. Un abrazo y te mereces unas vacaciones largas y reparadoras para que tu "centro" se revitalice.